Es indudable que en Nueva York hay muchas cosas que hacer. Cruzar andando el puente de Brooklyn al atardecer para terminar admirando el esplendido skyline nocturno
desde uno de los miradores al otro lado del East River. Soportar estoicamente las interminables colas a la entrada de una misa
Góspel junto al Malcom X Boulevard. Ponerse tibio a hamburguesas en el Jackson's Hole o a pasta en cualquier garito de la calle Mulberry, peregrinar más tarde a la fuente de
chocolate en The View y acabar tomando unas cervezas en el Birdland. Y, por supuesto, admirar la Estatua de Libertad desde el ferry a Staten Island o la propia magnificencia de la ciudad desde las alturas del Empire State Building
Y por allí estuve yo en agosto de 2007 acompañado de unos amigos y de la que hoy es mi mujer. Pero además de todas esas cosas (y alguna que otra más), uno de mis objetivos era traerme bajo el brazo (literalmente) un Macbook de aquellos de policarbonato blanco, aprovechándome del favorable cambio dolar - euro del momento y de que los simpáticos dependientes de la Apple Store de la 5ª avenida no debieran ponerme pega alguna cuando les pidiera que me sustituyeran el teclado (americano) de serie por uno español. Y desde luego que no lo hicieron a pesar de que recibieron el encargo a horas intempestivas.
Aunque no se ven, las caras de mis acompañantes eran de notorio alivio tras recoger la bolsita de marras pasada la 1 AM. |
Aquel esbelto Macbook (modelo 2,1) montaba un procesador Intel Core2Duo T7400 a 2Ghz y pico, 2 gigas de RAM DDR2 a 667 Mhz y un disco duro SATA de 120GB. En aquel momento, un cañón que literalmente volaba con el Mac OS X v10.4 que traía preinstalado. Casi inmediatamente le amplié la memoria a 4GB (aunque por limitaciones del hardware no era aprovechable en su totalidad) y algún tiempo después sustituí su disco duro por un rápido SSD de la misma capacidad.
A
lo largo de más de 10 años el portátil ha mantenido el tipo de un modo
ejemplar, sin ningún fallo o avería, en su papel como equipo auxiliar en
casa para uso general (ofimática, Internet... lo habitual). Incluso la
batería ha degenerado graciosamente y en estos momentos aguanta
fácilmente lejos del enchufe un tiempo sorprendentemente prolongado
teniendo en cuenta su avanzada edad.
Pero la obsolescencia programada hizo, cómo no, acto de presencia en el momento en que ya no fue posible ir más allá de OS X v10.7 (Lion). La actualización de Mountain Lion, lanzada en verano de 2012 ya pasó de largo, y con ella todas las sucesivas: Mavericks, Yosemite, El Capitan, Sierra, High Sierra... Con este impedimento comenzaron a descolgarse también las versiones más recientes de numerosas aplicaciones, incluyendo las de navegadores como Firefox y, especialmente, Google Chrome. Malo.
El hardware de mi MacBook puede correr perfectamente Chrome 63 o Firefox 57 ¿Dónde está entonces el problema? El problema está en que los fabricantes, seguramente apoyados por el Club Bilderberg, la CIA y hasta Industrias Stark, quieren que compremos regularmente equipos nuevos, y si el hardware no se estropea por si mismo será cosa de ir inutilizándolo poquito a poco. Sí, ya lo sé. Me diréis que diez años son muchos años. Pero si el equipo funciona ¿por qué cambiarlo?
Pero basta de consparanoias alocadas y vamos a por soluciones.
El caso es que hace unas semanas y ante la imposibilidad de que mi mujer pudiera utilizar este portátil para seguir un curso online en la Escuela Oficial de Idiomas de mi ciudad (culpad a Google Meet), tuve que pensar en alternativas para prolongar su vida útil.
El caso es que hace unas semanas y ante la imposibilidad de que mi mujer pudiera utilizar este portátil para seguir un curso online en la Escuela Oficial de Idiomas de mi ciudad (culpad a Google Meet), tuve que pensar en alternativas para prolongar su vida útil.
Mi primer impulso fue convertirlo en un Chromebook, uno de esos portátiles que corren Chrome OS. Se trata de un sistema operativo con núcleo Linux que utiliza Chrome como interfaz de usuario y ejecuta básicamente aplicaciones web dentro del navegador. Al tratarse de algo muy específico el rendimiento suele ser bueno incluso corriendo sobre hardware poco potente. Recientemente han aparecido modelos capaces de utilizar aplicaciones Android e incluso Windows (bajo emulación), pero más vale que asumamos el condicionante inicial a la hora de decidir si una Chrome-cosa nos hace el apaño o no.
Los dispositivos Chromebook, digamos, originales están supervisados por la propia Google, pero dado que Chrome OS hunde sus raíces en el proyecto Chromium OS, que es libre, existen versiones que se pueden tratar de instalar, si el hardware está soportado, en cualquier ordenador. Hay varias alternativas para ello. En mi opinión la que mejor funciona es CloudReady. Se trata de un producto comercial desarrollado por Neverware que dispone de una versión gratuita para uso personal, versiones específicas para Mac y una excelente documentación para echarnos un cable con la instalación.
En el caso de mi modelo específico de MacBook lamentablemente hay alguna que otra limitación:
- Solo se puede instalar la versión de 32 bits. Inicialmente lo intenté con la de 64, pero aunque arrancaba desde el pendrive posteriormente la instalación en el disco duro del portátil fallaba. Tampoco es que sea un problema.
- La entrada de micrófono parece que no funciona.
- La cámara web tampoco (por una historia con los controladores propietarios de Apple).
Peculiaridades de CloudReady en mi MacBook (fuente: Neverware). |
Más sobre estas limitaciones aquí. Ante ellas, y siendo que uno de los usos que se le iba a dar al portátil pretendía ser precisamente el de mantener videoconferencias dentro del navegador, la cosa no parecía pintar bien. Además, las características de gestión remota de los Chromebooks los convierten en maná caído del cielo para los administradores TIC de instituciones educativas que utilicen G Suite y tengan que vérselas con decenas o centenares de dispositivos, pero personalmente sigue sin convencerme eso de verme confinado a un navegador.
Alabemos pues la disonancia cognitiva y pasemos a otra cosa.
La siguiente opción en mi lista era, claro, alguna distribución de Linux. Y aquí nos encontramos con que, al menos en el caso de mi MacBook, la cosa no es tan sencilla. El problema se manifiesta al tratar de arrancar con el CD/DVD o pendrive de una distribución de 64 bits. Aunque en principio el portátil soporta sistemas operativos de 64 bits, la interfaz EFI, a través de la cual el sistema se inicia, es de 32. Matt Gadient explica los motivos en su blog, describe cómo parchear las ISO x64 de varias distros populares para que arranquen y, por si fuera poco, ofrece unas cuantas ya modificadas.
El primer intento fue con Korora (x64), que tenía muchas ganas de probar, a través de su CD live (por cierto, qué chulo Gnome 3). Constatando que aún usando una distro de 64 bits en ningún caso era posible disponer de la totalidad de los 4GB de RAM instalados en el equipo, finalmente opté por algo más conservador en la forma de Xubuntu 16.04 LTS en su versión de 32 bits, que he usado en más de una ocasión para revivir equipos con ya ciertos años.
Xubuntu 16.04 se instaló sin incidentes en unos pocos minutos en mi querido MacBook para mostrar finalmente en pantalla un entorno gráfico sencillo pero razonablemente cuidado y muy ágil. Tras eso solo tuve que hacer un par de ajustes para dejarlo todo funcionando correctamente.
Uno: Por un lado, los problemas con el mapa de teclado (no olvidemos que esto es Apple) se resuelven fácilmente con un pequeño archivo de configuración para xmodmap:
$HOME/.Xmodmap:
keycode 104 = ISO_Level3_Shift
keycode 169 = Delete
keycode 134 = Menu
Con estas líneas se consigue que:
- La tecla ALT derecha se comporte como AltGr, dando acceso a ciertos símbolos del teclado (la inevitable @, por ejemplo).
- La tecla de expulsión de la unidad óptica haga las veces de DEL.
- Mazana derecha funcione como la tecla Menú.
Dos: Por otro lado, para hacer funcionar la cámara iSight del MacBook hay que instalar un driver propietario de Apple y un paquete de soporte. Las instrucciones aquí. Hay que echarle mano a determinado archivo presente en una instalación de OS X 10.4 o 10.5, aunque también se facilita en las propias instrucciones, supongo que de un modo no totalmente legal. Miraremos hacia otro lado.
El escritorio de Xubuntu en mi MacBook 2,1. |
Ahora mi defenestrado MacBook ya está al día con las últimas versiones disponibles de Firefox y Chromium y es capaz, vía este último, de mantener estupendas videoconferencias web con Google Meet sin inmutarse.
Llamadme gruñón, pero con el tiempo me toca más y más las narices que fabricantes como Apple o Microsoft conviertan equipos perfectamente utilizables en caros pisapapeles con el mantra de introducir nuevas funciones (a menudo) de dudosa relevancia. Y profundizando en mis sesgos, creo que Apple se lleva la palma en este aspecto. Del mismo modo, cada vez aprecio más la existencia de proyectos en el mundo del software libre que tratan de proporcionar alternativas a esta carrera de ratas digital.
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